Figura de Don Quijote

El Quijote más alto del mundo en talla de madera

Dentro de la propia terraza de El Mirador de La Mancha se sitúa la figura de Don Quijote de La Mancha más alta del mundo. Realizada por Valentín Rodríguez en madera de pino. Esta tiene una altura de unos 9,85 metros y un peso aproximado de 2450 kilos.

Don Quijote se muestra con un semblante altivo y poderoso, donde nadie puede hacerle frente. Con sus brazos en alto; en su mano derecha sujeta su espada hacia el infinito, mostrándose orgulloso y salvaguardando el lugar. Como un guerrero que está en guardia al acecho de su adversario. En la mano izquierda sostiene un libro; Cabalgando de Antonio Morata.

Don Quijote de la Mancha: Su nombre es Alonso Quijano, pero también le decían el” caballero de triste figura”. Pierde la cabeza por leer demasiados libros de caballería y su vida se transforma en una fantasía. Hombre de 50 años que sale en busca de aventuras con una vieja armadura, una lanza, una espada y finalmente una cabeza llena de imaginación. Lo hace junto con su fiel amigo, su caballo Rocinante y le dedica cada hazaña a su amada” Dulcinea del Toboso”. Es el personaje principal de la obra, y tiene como características físicas: De aspecto pálido, alto, delgado, nariz puntiaguda, tiene Barba y bigote. Es el protagonista de la novela y constituye un consagrado mito de la literatura universal, y el más universal y profundo de la literatura española. Cervantes lo concibe, en su aspecto más externo, como herramienta para ridiculizar los libros de caballerías, cuyo género, ya superado en la época en que vivió el gran novelista español, provocaba particulares prevenciones estéticas en el autor, que veía tales obras como disparatadas, inverosímiles y escritas con un estilo falso e innecesariamente ampuloso.

Don Quijote es el prototipo del hombre bueno y noble que quiere imponer su ideal por encima de las convenciones sociales y de las bajezas de la vida cotidiana, actuando a modo de redentor humano de una prosaica realidad que todos los días le hiere y ofende, erigiéndose campeón de las más puras esencias del amor, el honor y la justicia.

En la segunda salida, que ocupa el resto de la primera parte de la novela y lleva a don Quijote por tierras de la Mancha y Andalucía, el protagonista ya no cambia de personalidad, sino que en todo momento dice ser don Quijote.

En adelante, tampoco volverá a viajar solo, sino que contará en todo momento con la compañía de Sancho Panza, con el que don Quijote dialoga, discute y razona, y al que alecciona siempre que es preciso.

Sancho se encarga de señalarle a su señor que las cosas no son como imagina: le advierte de que los gigantes son en verdad molinos, de que los ejércitos son rebaños y de que los castillos son ventas. Pero don Quijote no le hace caso, por lo que siempre acaba malparado tras cada aventura, si bien justifica sus desgracias alegando que unos encantadores que le tienen manía y no quieren verle triunfar son los que convierten los gigantes en molinos y los ejércitos en rebaños.

En las Sierras de Villarrubia sitúan muchos cervantistas. El encuentro de Don Quijote con los cabreros; los amores pastoriles de Grisóstomo y Marcela; y la pelea con los Yangüeses.

Don Quijote y Sancho, tras la aventura con el Vizcaino, han llegado a las chozas de unos cabreros en las Sierras de Villarrubia donde pasarán la noche.

Don Quijote y Sancho junto a los cabreros acuden entre dos altas montañas al entierro del pastor muerto por amor a marcela y asisten a las acusaciones aireadas de Ambrosio, amigo de Grisóstomo: “enemiga mortal del unaje humano” la llama y la acusa.

Cuando termina, aparece Marcela en la cima de una peña y realiza un precioso discurso defendiendo su inocencia en aquella muerte y su libertad frente a la tiranía del amor.

“Yo nací libre y los árboles de estas montañas son mi compañía”, y según yo he oído decir, el verdadero amor no se divide, y ha de ser voluntario y no forzoso siendo esto así, como yo creo que lo es, ¿por qué queréis que rinda mi voluntad por fuerza, obligada no más de que decís que me queréis bien? Sino, decidme: si como el cielo me hizo hermosa me hiciera fea, ¿fuera justo que me quejara de vosotros porque no me amabades?”

Don Quijote que había empezado por recriminar a Marcela su supuesta crueldad, es uno de los que se persuaden con el discurso.

Don Quijote y su escudero se entraron por el mismo bosque donde vieron que se había entrado la pastora Marcela, y habiendo andando más de dos horas, vinieron a parar a un prado lleno de fresca yerba. Apeáronse Don Quijote y Sancho, y dejando al Jumento y a Rocinante a sus anchas a lo que este quiere refocilarse a unas jacas gallegas que allí pastaban y sus dueños (Los Yangüeses) que estaban a su lado, le apalean. Don Quijote y Sancho salen en su defensa y también son molidos a palos.

Parte primera-capítulos X-XI-XII-XIII-XIV-XV